Ayer estuve charlando con Tania, una amiga mía. Ella es de las consideradas “modernas”, “liberadas”, “alternativas”, incluso habrá gente que la catalogue de hippie.
Y sabéis qué… siente que cargar con todas éstas etiquetas, “debería” saberlo todo. Os explico:
Tanto ella como su pareja tienen una hija pre adolescente. Una niña muy inquieta y curiosa.
La niña tiene una relación muy buena tanto con su padre y como con su madre. Es de las que pregunta, cuestiona, comenta…
Mi amiga y su pareja no muestran prejuicios con sus cuerpos. Es más, su hija está acostumbrada a verles desnudos por casa, como algo natural.
Así que la madre estaba segura de que su hija, en el momento de necesitarlo, le haría las preguntas que necesitar saber.
Sin embargo, hoy, durante nuestra conversación, se ha dado cuenta de todo lo que no comenta…
Lola, al igual que las personas de su edad, ha recibido una educación donde la sexualidad era considerada como algo sucio, que hay que esconder, y que una madre… no tiene. Así que durante toda su vida, ha luchado contra esos prejuicios y se ha intentado liberar de las censuras aprendidas.
Pero… ¿¿¿qué se esconde tras lo que no se nombra????
Las dos nos echamos a reír cuando se dio cuenta de que jamás la niña vio una compresa en su casa, no habían hablado nunca de la menstruación, ni de cómo “se hacen los hijos”. No sabéis cuánto se ruboriza al pensar que su hija pueda preguntarle si se siente placer cuando ella y su pareja “hacen el amor”!.
Sin embargo responde afirmativamente cuando le pregunté si su hija fue fruto de una relación sexual bonita y amorosa.
Aparecen los mitos y las leyendas que unen sexo y amor, pero… ¿¿¿qué pasa con el sexo y el placer???
Visto así… Decía mi amiga. Creo que voy a tratar de superar mis miedos, y hablar abiertamente con mi hija, antes de que ella venga a mí. Pues lo que no se nombra no existe. Y sí, porque a pesar de ser “una mujer de mi tiempo”… ¡sigo teniendo muchos tabúes!
¡Suerte Tania!